El encuentro en octubre con las buganvillas venidas de Abya Yala interpela directamente a mi razonar y corazonar en este territorio. Tierras y cuerpes que me acogieron hace ya tantos años. Espíritus y almas no tantos.
Según la modernidad, las trinitarias son las siempreverdes, pero en secano se tornan caducifolias. Y, sin embargo, florecían allí vigorosas donde menos se les esperaba, en la Sierra, en otoño.
De la misma manera, ejercemos nuestra movilidad humana y aparecemos allí donde nadie nos invita. Capaces de adaptarnos a los retos que la vida nos traiga y capeando temporales de violencia y racismo, que no son otra cosa más que la materialización del miedo a la otredad y el reconocimiento del egoísmo de una sociedad que no nos acoge.
¡Cuánta amnesia histórica e histérica!
A todas ellas les decimos, aquí estamos y aquí permanecemos el tiempo que sea necesario para aprender juntas y hacer camino al andar.
Las Siempre Vivas.